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Fires de Sant Narcís de l'any 1950

"El Pont de Pedra"

Entre la ciudad antigua y la ciudad moderna, hay el Puente de Piedra que une las dos urbes como un cordón umbilical. La vida corre ora rápida, ora contemplativa por ese paso sólido y ornamental dentro la estructura ochocentista. Sus arcos son esbeltos, sus sillares elegantes y elocuentemente combinados; todo su conjunto forma un bello pasaje que se adentra en el alma de la vieja ciudad y que indica al viandante el camino de la monumentalidad medieval.

El forastero al pasar por el Puente de Piedra llamado de Isabel II por ser construído en el reinado de aquella dama, descubre inmediatamente un maravilloso espectáculo de perspectiva y de color. Mirando a la derecha, el río Oñar lleva sus escasas aguas lentamente y deja en todos sus costados un marco de construcciones sin alcurnia y un arbolado platanar. Su fondo tras el ramaje, constituye un paisaje magnífico con sus montañas de un verde gris y azul purpúreo que el visitante se siente atraído por tanta fertilidad. Más allá, puede apreciar los contornos de Palau Sacosta con su iglesia y mansos señoriales; sus campos polícromos y sonrientes. Mirando a la izquierda, recibe la sensación que se ha abierto una gran cortina y presenta un panorama de rica composición. Las siluetas de la torre de San Félix y de la Catedral, muestran su esbeltez, su ornato, su prosapia; sumergen su figura en el río manso y turbio y las casas en hilera desigual que estrcuturan los lados de la conducción fluvial, quedan suspendidas como si quisieran lavarse sus pies sucios y amoratados.

Sobre nuestro Puente macizo, han pasado generaciones y más generaciones. Ha sostenido el peso de diferentes convulsiones sociales, de luchas fratricidas, de alborotos partidistas. Su lomo ha soportado el vibrar andariego desde la carreta de forma primitiva pasando por la diligencia, hasta el vehículo más moderno; en cambio ha dado paso a continuadas manifestaciones de devoción fervorosa, de civilidad sensata, de bienestar y de complacencia. Sus bóvedas, han cobijado millares de cabezas de ganado cuando el mercado estaba emplazado en las márgenes del mismo río.Contra sus muros han sido empujadas ingentes cantidades de agua en desbordamientos y siempre ha quedado incólume acariciendo el porvenir con muestras inquebrantables de su fortaleza. En días de Ferias, el Puente de Piedra es la arteria donde la vitalidad se distingue más ufana y más festiva. Centenares de ciudadanos deambulab satisfechos bajo un amplio celaje y por final de fiesta, sirve de tribuna popular a todos cuantos desean percibir el apoteósico trepitar de los fuegos artificiales.

La ciudad de piedra vigila sus ríos, contempla sus arrabales inquietos y ausculta el palpitar de sus moradores con el desvelo y la calma del anciano culto y ordenado. Ve en el bullicio ferial, la juventud engalanada, el prócer circunspecto y el aldeano montaraz. Para todos tiene una mirada acogedora de profunda paternidad y sabe que sin ese Puente de Piedra que tanto admiramos y amamos los gerundenses y que tan bravamente ha sabido resistir a los sinsabores del tiempo, las dos ciudades enclavadas en la misma municipalidad, no podrían latir al unísono, tanto en los momentos de peligro, como en los momentos de sana expansión ciudadana.

José Massanas


Programes de la col·lecció Bruguera-Gudayol de Girona. Somnis Antic


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Portada del programa

Fotografia del programa. El Pont de Pedra. Foto Palahí.


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