Día 19 de setiembre de 1809 (1ª parte).

Santoral: noticias del sitio: noticias de Portsmouth del 2 de junio: de Cádiz del 15 de agosto: y un aviso al público.

Entre las noticias del sitio se lee el siguiente suelto:-- "Admiremos é imitemos al generoso patriotismo de Narciso Puig sargento primero de la quinta compañía del tercio de Cervera, numero quinto. Cede desde 18 del corriente á favor de la Patria su prest, pan y etapa durante las actuales urgencias de este sitio. No el valor sinó los cortos medios de un poble soldado, son los que dan precio á este desprendimiento".

He aquí el contenido del indicado-- "Aviso al público.-- El Ilustrísimo señor Obispo de esta Ciudad en atencion á las circunstancias del día ha resuelto dispensar en todas sus partes los ayunos del Miércoles, Viernes y Sábado de esta semana. Lo que se hace presente al público para su gobierno".

Sucesos del sitio.

Durante la noche anterior el enemigo hizo un vivo fuego de fusil á las brechas para retardar nuestros trabajos, los cuales sin embargo se continuaron con la mayor actividad, quedando al rayar el alba casi concluidos. Además, se repararon del pié de los muros los escombros que formaban las rampas interiores. En la brecha de Santa Lucía se limpió el foso de manera que subiendo el enemigo hasta la cresta de la misma, necesitase una escala de once á doce pies para bajar al huerto, puesto que las ruinas que formaban la rampa exterior, impedían de acabar de derribar toda la muralla con su batería. Durante estos trabajos todo el recinto atacado de la Plaza hizo un fuego muy vivo para ocultarlos cuanto fuese posible.

Al amanecer de este día, memorable en los fastos de la historia patria, rompió el enemigo el fuego para continuar batiendo con la mayor viveza los mismos puntos, ó sean las cuatro brechas y el fuerte del Calvario. Treinta y siete piezas enemigas, disparando sin descansar un momento, y dirijidas con estraordiario acierto contra dichos puntos, causaron los mayores estragos. Al mediodía todas las brechas quedaban ya practicables. La de Santa Lucía tenia de diez á doce varas de largo, diez la de San Cristóbal, 47 la del cuartel nuevo de Alemanes y 33 la del cuartel viejo del mismo nombre. La cresta de esta última, estaba empero elevada sobre el terreno exterior, unos setenta pies y por consiguiente la rampa formaba un ángulo bastante agudo, desde su arranque hasta la misma cresta; por cuyo motivo los enemigos intentaron suavizarla, haciendo rebentar muchas granadas entre las ruinas y batiendo el muro de la cañería del reducto del Cabildo que las sostenía é impedía que se estendieran más. Pero como el punto era muy bajo acertaron muy pocos tiros.

En la batería de Manegat, á la espalda de la brecha de San Cristóbal, quedaron inutilizados dos cañones, quedándolo también el cañón colocado encima de la puerta del mismo nombre, que flanqueaba las dos brechas de Alemanes. Los enemigos dirijieron muchos tiros al cañón del torreón que existía en el patio de aquellos cuarteles, así como á las baterías de Sarracinas, Catedral y torre Gironella.

La brecha del fuerte del Calvario, quedó igualmente practicable, pero no resultó destruido el retrincheramiento interior que la defendía.

A estos fuegos añadió el enemigo el de obus y mortero, produciendo un estallido terrible, precursor de la gran tempestad.

Mientras la artillería causaba rápidamente tantos destrozos, las tropas enemigas evolucionaban en el llano sobre sus flancos y retaguardia con varios y equivocos movimientos. Aquella mañana al apuntar el día, se reunieron en los campamentos de Salt, bastantes fuerzas de infantería, cuya mayor parte se dirijieron hacia Domeny y Sarriá, en cuyo llano aparecieron formados otros 600 infantes salidos de los bosques inmediatos. Un cuerpo de setecientos á ochocientos hombres de los primeros pasó poco después á Puente mayor y subió al castillo de Montjuich, en cuyos fosos y bóvedas se alojó, junto con otras tropas que el sitiador fue sucesivamente reuniendo en aquella fortaleza. En Campdurá se reunieron igualmente otras muchas fuerzas.

El canónigo D. Sebastián Pérez de Campo, jefe de los tiradores apostados en lo alto del campanario de la Catedral, fue dando avisos al General Alvarez de los espresados movimientos del enemigo, así como de que se observaba después que unos 600 hombres reforzaban las trincheras y varios oficiales enemigos de graduacion, examinaban detenidamente y con anteojos el estado de las cuatro brechas.

A las tres de la tarde las fuerzas enemigas se pusieron en movimiento. Una columna enemiga de dos mil hombres salió del castillo de Montjuich, y tomando el camino que existía entre el mismo y la torre de San Daniel, se dirijió hacia el monasterio de este nombre. Otra columna de igual fuerza se dirijió al mismo punto procedente de la parte de Campdurá pasando por las trincheras y por el camino cubierto que para ocultar sus movimientos había construido el enemigo en aquel punto. La marcha de esta segunda columna fue descubierta desde los fuertes Calvario y Condestable y reducto del Cabildo, que la molestaron y aun lograron algunas veces desordenarla con sus certeros disparos de artillería.

Momentos antes de emprender estos movimientos y con el objeto de ocultarlos algo, todas las baterías de ataque y de brecha rompieron un nutridísimo fuego contra los frentes atacados, acompañandolo de una lluvia de bombas y granadas que dirijían indistintamente á todas partes para distraer la atencion de los sitiados. A este mismo fin colocaron un cañón y un obus en la falta [sic] de Palau Sacosta que dispraban continuamente y sin cesar contra aquella parte de población que era precisamente la opuesta á la que iba á ser atacada. Todo ello producía un ruido espantoso y una verdadera niebla entre la que una lluvia de proyectiles causaba los mayores estragos pero sin lograr aturdir á los defensores de Gerona.

Apesar de que el General Alvarez tenía previsto el caso de un asalto, con la distribución de fuerzas y mandos, tan luego como recibió de la Catedral y de los fuertes los avisos del movimiento de los enemigos, añadió otras prevenciones para que nada faltase de ló que pudiese proveerse. Ordenó en primer lugar que todos los oficiales estuviesen fijos en los cuarteles y acuartelamientos prontos á marchar con sus respectivos cuerpos al primer toque de somatén ó señal de alarma. En segundo lugar, luego que tuvo aviso de que las columnas del sitiador estaban reunidas en el monasterio y pueblo de San Daniel, dispuso que todos los que tenían sitio señalado en las brechas ó puntos inmediatos á ellas pasasen á ocuparlos, sin esperar la señal.

Luego que las tropas enemigas destinadas al asalto estuvieron reunidas en Pedret, en la trinchera de Montjuich y en el monasterio de San Daniel, avanzaron hacia los puntos que tenian señalados con una rapidez y decision estraordinarias, de tal manera que el jefe de los tiradores establecidos en el Campanario de la Catedral, temiendo que llegarían antes que los defensores, empezó el toque de arrebato con la campana mayor, á cuyo sonido toda la ciudad se puso en movimiento, despreciando las bombas granadas y bala rasas que caían por todas partes. Con la mayor rapidez acudieron á los puntos atacados los refuerzos prevenidos, formados con distintos cuerpos de la guarnición. A las defensas de las brechas de Alemanes acudieron además, la compañía de reserva del General de la Cruzada y otros muchos paisanos, frailes y sacerdotes que quisieron hallarse en aquel punto considerado como de mayor peligro. La compañía de eclesiásticos de la propia Cruzada se unió en parte al refuerzo de tropas y migueletes destinado á la brecha de San Cristóbal. Los baluartes y lienzos de muralla fueron coronados y defendidos por el resto de la guarnición que era bien poco, por las otras compañías de la Cruzada y por los demás paisanos. La compañía de Santa Bárbara, con otras mujeres que se agregaron voluntariamente, se distribuyeron de modo que pudieran acudir á las brechas para llevar refrescos y municiones y recoger los heridos.

Mientras tenía lugar este estraordinario y rápido movimiento dentro la ciudad, el general Alvarez añadió otras órdenes á las anteriores. Para el caso que los asaltantes consiguiesen forzas las brechas primero y después los retincheramientos y cortaduras que las defendían, mandó colocar cuatro cañones de campaña en los cuatro puntos más apropósito del interior de la ciudad; uno en la plaza de la Catedral para recibir á los que hubiesen entrado por Alemanes y San Cristóbal, otro en la calle de las Ballesterías para detener á los que hubiesen entrado por Santa Lucía y San Pedro, otro en la plaza de las Coles y el último en la de Ciudadanos, para recibir al enemigo si lograse forzar los dos anteriores.

La caballería de San Narciso se distribuyó convenientemente para escoltar estas piezas de batalla, llevar órdenes y atender á la conducción de heridos.

Haro, testigo presencial, describe el movimiento de los defensores de Gerona, dirijiéndose á los puntos atacados, del modo siguiente: "El toque de generala, el sonido triste de una gran campana que sin cesar llamaba al somatén; la marcha silenciosa, pero viva, de las tropas; el ver salir de sus casas á todos los ciudadanos y hasta los sacerdotes armados para defender sus vidas; el ver á las mujeres despavoridas, pero animando á los hombres; el estrepitoso sonido de más de doscientas bocas de cañón haciendo fuego á un tiempo; el incesante tiroteo de la fusilería; la continua caida de bombas y granadas, y la densa nube de humo de la pólvora, que envolvia y como que intentaba ofuscar estos terribles objetos, formaba el cuadro más grandioso que se puede imaginar. Y lo que más daba sublimidad á esta terrible escena, era el tener la idea fija en que, si el resultado era funesto, todos iban á perecer en aquel instante á manos de sus feroces enemigos. Todos fijaban la vista en el Gobernador, y D. Mariano Alvarez, superior á los peligros que le rodeaban, infundía á los demás la grandeza de su alma y la confianza que se debía tener en la justicia de nuestra causa, en una guarnición tan bizarra, y en las sabias precauciones que se habían tomado de antemano".

La ciudad estaba convertida en una inmensa hoguera. Tantísimos fuegos elevaban una columna de humo hasta los cielos como pidiendo auxilio.

Al ruido de la campana apresuraron los enemigos su movimiento de avance. Las fuerzas de la montaña de Montjuich se reunieron en los retrincheramientos de la torre de San Juan, echándose de improviso sobre la brecha de Santa Lucía que estaba á tiro de piedra. Unos trescientos hombres destacados de las fuerzas reunidas en el monasterio de San Daniel, atacaron el fuerte Calvario asaltando su brecha. La demás fuerza de dicho monasterio se formó en dos cuerpos, uno de 2000 hombres á modo de vanguardia, seguido del restante, subieron por el camino que conduce á la puerta de San Cristóbal.

Al amparo de tantísimos fuegos y de la densa niebla por los mismos producida, llegaron los enemigos á las brechas, ebrios de esperanza y animados con el deseo de entrar á saco y obtener las gracias y recompensas que en abundacia les habian prometido sus jefes. Se entabló la lucha en todas partes, sangrienta, terrible cuerpo á cuerpo, sin que fuese posible calcular su resultado. Muchos paisanos y eclesiásticos a pesar de tener señalados otros puntos menos peligrosos acudieron á las brechas y se confundieron con la tropa y migueletes. Nadie huyó, nadie esquivó el peligro, todos lo buscaban y todos querian ser los primeros en bravura y heroismo. Se peleaban con deseo de esterminar el enemigo.

El general Alvarez acompañado del mayor general, de sus ayudantes de campo y del jefe de ingenieros recorrió los puntos atacados y quedó asombrado de tanto valor. Dirijióse primero á la brecha de Santa Lucía como punto más cercano á la casa de su alojamiento, y halló al bravo Marshal, que necesitaba contener y no animar á la gente que tenía á sus órdenes. Pasó de allí á San Cristóbal y como fuese en momento de gran peligro, la gente le rodeó suplicándole se retirara. Examinó después el punto de Alemanes y en todas partes contempló el mismo ardimiento.

Mostrose Alvarez en aquellos críticos momentos con una grandeza de alma extraordinaria. Medrano, á quien habia tocado por turno estar en una segunda cortadura, cuenta que cuando él y su tropa, acababan de ocupar su puesto, vieron pasar á Alvarez con la mayor precipitación, "el que despues de haber pasado, añade, se paró de pronto, y como quien recuerda alguna cosa que tenia medio olvidada, se dirijió á nosotros y nos dijo estas terminantes palabras: Señores, yo voy á la brecha á cumplir con mi deber, y á escarmentar un enemigo tenaz aunque cobarde: espero que Vds. cumpliran con el suyo como hasta aquí, pero ademas les exijo que interin dure el asalto y el peligro, haran fuego y trataran como enemigo á cualquiera que se retire de las brechas, aunque sea yo mismo; y si no lo hacen, seran Vds. tratados como traidores á la Patria. Enseguida, con la mayor serenidad y sangre fria, pero con precipitacion, se encaminó á la brecha, donde se puso á pecho descubierto, dando un ejemplo singular, el que difícilmente se habrá visto en iguales circunstancias".

La tropa que defendía las brechas de Alemanes, llevada de un valor verdaderamente heroico se formó en línea sobre las crestas de las mismas, cubriendo toda su anchura á pecho descubierto, despreciando la metralla de las baterías enemigas, las granadas que reventaban en las rampas y las muchas piedras que ellas al esplotar, y tambien las balas rasas, levantaban por todas partes. Muchos de estos héroes y de los oficiales que les mandaban recibieron allí la muerte ó fueron heridos. Luego de divisados los asaltantes fueron recibidos con muchas descargas de fusilería. Pero animosos y bien dirijidos treparon por las rampas exteriores, subieron á las brechas y forzaron el paso, en el primer momento defendido por aquellos valerosos soldados que tanto habian sufrido antes de poder cruzar sus bayonetas con las enemigas y que tuvieron que ceder á la abrumadora superioridad del número.

Lograron los enemigos penetrar dentro las cuadras de los dos cuarteles pero en aquel momento llegó oportunamente el refuerzo consistente en 200 hombres del regimiento de Ultonia al mando de su sargento mayor D. Ricardo Macarti y á bayonetazos le arrojaron de todas partes haciéndole repasar las brechas. Los que habían logrado penetrar en el cuartel nuevo fueron también desalojados porel fuego de fusil que les hacían los defensores apostados en las ventanas que daban al patio principal.

Algunos granaderos enemigos llegaron hasta la brecha abierta en la muralla existente entre los dos cuarteles cerca del patio de las cocinas. Los defensores por no entretenerse en cargar sus fusiles se defendieron á pedradas.

Rechazados así de todos los puntos avanzó el refuerzo indicado y se colocó como la primera guardia sobre la cresta de las brechas, á pecho descubierto; despreciando los fuegos enemigos y los techos y paredes que con estruendo á su alrededor se desplomaban acribillados por los proyectiles de las baterías sitiadoras, bajo cuyas ruinas perecieron siete granaderos de Ultonia.

Los oficiales enemigos reunieron de nuevo á las tropas asaltantes debajo de la torre Gironella, que arrojaba sobre ellos piedras y granadas, y arrimados al muro y acosados por los jefes intentaron un segundo asalto. Subieron agachándose hasta la mitad de las rampas, auxiliados por un nutrido fuego de fusil. Nuestra gente no pudiendo contenerse, no quiso esperarles siquiera, y bajando por las mismas rampas les fue al encuentro y atacándoles á la bayoneta les obligó á retirarse con precipitación. Tercera y cuarta vez repitieron el ataque de igual suerte, pero á la última huyeron todos, soldados, oficiales y jefes, precipitadamente, corriendo sin parar y con el mayor desorden y confusion hasta el monasterio y pueblo de San Daniel, después de cerca tres horas de combate.

En su huida fueron perseguidos por nuestra fusilería y por la metralla de dos cañones uno situado en San Cristóbal y otro en el torreón del muro posterior, que dispararon apesar de tener inutilizada el primero la cureña, y estar medio enterrado el segundo.

Muchos episodios ocurrieron en tan memorable defensa. D. Mariano Tur, teniente de Borbón, segundo de D. Blas de Fournás jefe de aquellas brechas, observando que otro oficial enemigo de igual clase, intentaba penetrar por el corredor que separaba los dos cuarteles, corrió á cortarle el paso, pero impedido de acercarsele por las vigas, maderas y escombros caídos al derrumbarse los techos y paredes, pelearon ambos á pedradas, hasta que el oficial francés fue muerto de un fusilazo que le disparó un granadero. La compañía de reserva del General y otros muchos paisanos y eclesiásticos se confundieron valerosamente como queda dicho con las tropas que defendían aquellos peligrosísimos puntos. Distinguiose muchísimo el corista dominico Fr. Ignacio Barnoya, colocándose en uno de los puntos más arriesgados, de donde no quiso retirarse apesar de las indicaciones de los oficiales, ocupándose constantemente en cargar y descargar con notable puntería su fusil. El intendente D. Carlos Beramendi, que ya se había distinguido en las acciones anteriores, subió con el comisario D. Epifanio Ruiz á la torre Gironella, contigua á los cuarteles de Alemanes, y se mantuvo en ella todo el tiempo del asalto, y como durante el mismo quedó herido el capitán de artillería D. Salustiano Gerona, el intendente le substituyó tomando el mando de la torre hasta que llegó el oficial destinado á reforzarla, siendo digno de notarse que habiendo muerto el cabo de artillería, los señores Beramendi y Ruiz estuvieron arrojando granadas de mano y de ocho pulgadas al enemigo.


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Tropes de Westfalia al servei francès. Granader del regiment Westfalia. Làmina de Knötel.



Tropes de Westfalia al servei francès. Oficial de granaders i sergent de voltigeurs del regiment Westfalia. Làmina de Knötel.



Tropes de Westfalia al servei francès. Granader del regiment Westfalia en uniforme de diari. Làmina de Knötel.



Abanderat del regiment Ultònia amb la bandera regimental. Figura de plom a escala 1:32. Col·lecció particular, Girona.



Hússars. Hússar del Regiment Espanyols. Dibuix de Fèlix Xunclà. Basat en "Uniformes Militares Españoles. El Ejército y la Armada en 1808", de José Maria Bueno, Málaga, 1982.



El general Jean Antoine Verdier (1767-1839). Wikipèdia.



El general Honoré Charles Michel Joseph, comte de Reille (1775-1860). Wikipèdia.



Espatllera de general francès del Ier. Imperi. Wikipèdia.


Bibliografia.

Extret de "Reseña histórica de los Sitios de Gerona en 1808 y 1809". Emilio Grahit y Papéll, Imprenta y libreria de Paciano Torres, Gerona. 1894.